La nueva experiencia vital de tener que desarrollar nuestra vida cotidiana en tiempos de una epidemia, sin duda alguna, nos afecta a todos y en todo. Es una nueva realidad, inédita, forzosa, imprevista y no deseada, antes imposible siquiera de imaginar, a la que todos hemos debido someternos desde hace meses. Sin embargo, para los ancianos, y especialmente para el grupo de mayores de 75 u 80 años, sus consecuencias serán menos reversibles que para el resto de la población general, y traerán peores consecuencias. A esas edades, el aumento del distanciamiento personal, no solo es físico, si no fundamentalmente emocional, y el aumento del sedentarismo impuesto, a su vez incrementará sus limitaciones físicas ya presentes. Todo ello es analizado por el responsable del Grupo de Trabajo de Salud Mental, Fernando Gonçalves, en este interesante artículo.
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