Las emociones predominantes que han surgido en esta emergencia por el COVID-19 son, inicialmente, sensaciones de irrealidad, con una fuerte carga de ansiedad y estados de hiperalerta, lo que conduce a un intenso estrés, que se acompaña de alteraciones del sueño. Posteriormente, y unidas a las anteriores, tendencia hacia la tristeza y el abatimiento, especialmente en aquellas personas que viven su confinamiento en soledad. Y en todos los estadíos, el hartazgo moral por una catástrofe que nadie pudo imaginar siquiera que viviría jamás y una profunda sensación de impotencia e indefensión, que les impulsan hacia la apatía. La etapa final de aceptación, se acompaña de fuerte irritabilidad y depresión reactiva.
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